Reconozco que me acordé de que tenía este libro por el estreno de la nueva película (existe ya una serie de 1981) que no pienso ir a ver. No era buen momento para leerlo, las prioridades son otras, todas relacionadas con mi trabajo, pero como bien sabemos mi padre y yo, a veces viene bien distraerse con otro tipo de lecturas menos exigentes (esta no lo es, por supuesto), o incluso lecturas de mierda (llamemos a las cosas por su nombre), esas tan horribles y a la vez tan necesarias (cierto Pater, me estoy acordando de esa infame cena sagrada de Javier Sierra). Y es que soy de los que piensan que leer mucho, bueno y malo, educa el gusto y te hace apreciar las pocas obras buenas que se editan en la actualidad (contemplar la mesa de novedades de cualquier librería me produce urticaria). Pero bueno, este no es el tema de esta entrada. Retornemos a Brideshead.
No sé si decir si la novela me gustó o no. Me explico. La historia narrada por Charles Ryder nos cuenta su encuentro con una familia aristocrática, los Flyte, y el mundo falso y decadente en el que viven. Evelyn Waugh consigue captar la esencia de cada uno de los personajes y por eso mismo la obra no me gusta, o para ser más explícitos, no me gusta el universo narrativo creado porque los personajes se mueven por la desorientación y el desasosiego interiores, los fracasos sentimentales, el egoísmo, la desilusión y un terrible tedio vital de aquel que lo tiene todo y nada le satisface.
Charles se ve atraído de inmediato por la personalidad arrolladora de Sebastian Flyte, un joven ambiguo, irónico, encantado con su osito de peluche Aloysius, al que pasea orgulloso por toda la universidad de Oxford; un joven que en realidad está perdido y asqueado de su vida y su entorno. Que Sebastian no soporta a su familia es un secreto a voces. Que no congenia con su madre, Lady Marchmain, es un hecho evidente desde el principio; y que ve en su hermano Brideshead los valores caducos de una sociedad en declive es una idea patente y presente para el lector, que llegará a sentir cierta antipatía ante este reprimido misterioso. Ni siquiera Nanny, la vieja criada adorable que les cuidó de pequeños, es capaz de aguantarle.
Con el tiempo Charles se enamorará de Julia Flyte (creo que evidente desde el principio) y su amor servirá única y exclusivamente para abrirse los ojos mutuamente y acabar con las mentiras sentimentales que han soportado hasta la fecha.
Por último tenemos a la pequeña de los Flyte, Cordelia, el personaje familiar más entrañable (junto con Nanny) y el más sensato de todos. De su boca sale una de las reflexiones más certeras de la novela sobre la religión, uno de sus temas centrales. La familia Flyte es católica, pero los únicos que realmente sienten la fe son Lady Marchmain y Cordelia. Julia y Sebastian, asicomo Lord Marchmain (divorciado de su esposa y residente en Venecia con su querida, Cara) dejaron de creer. Charles se considera ateo y mantiene algunos debates con la familia por persistir en una creencia sin sentido y llena de apariencias. Pero Cordelia intuye que volverán "al camino":
"El padre Brown dijo algo así como 'le cogí (al ladrón) con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón del hilo'."
Efectivamente, en las páginas más intensas hasta el descreído Charles se arrodilla ante el lecho del moribundo Lord Marchmain, rogando para que este se arrepintiera de sus pecados con una de las oraciones más irónicas e hipócritas que he escuchado nunca: "Oh, Dios, si existe un Dios, perdónale los pecados, si existen los pecados".
Para finalizar dejo una pequeña cita sobre una triste reflexión humana acerca de un tema también humano y desgraciado. En ella Sebastian no inspira más que pena (o lástima más bien, sobre todo al leer la novela entera y hacerse una idea más completa del personaje de lo que yo pueda humildemente esbozar aquí):
"Yo me embriagaba a menudo, pero por exceso de alegría, para vivir el instante más intensamente, para prolongarlo y enaltecerlo; Sebastian bebía para evadirse. Al hacernos mayores y más formales, yo bebía cada vez menos y él cada vez más"
Waugh, Evelyn (2002), Retorno a Brideshead, Italia: MDS Books, Mediasat.
No sé si decir si la novela me gustó o no. Me explico. La historia narrada por Charles Ryder nos cuenta su encuentro con una familia aristocrática, los Flyte, y el mundo falso y decadente en el que viven. Evelyn Waugh consigue captar la esencia de cada uno de los personajes y por eso mismo la obra no me gusta, o para ser más explícitos, no me gusta el universo narrativo creado porque los personajes se mueven por la desorientación y el desasosiego interiores, los fracasos sentimentales, el egoísmo, la desilusión y un terrible tedio vital de aquel que lo tiene todo y nada le satisface.
Charles se ve atraído de inmediato por la personalidad arrolladora de Sebastian Flyte, un joven ambiguo, irónico, encantado con su osito de peluche Aloysius, al que pasea orgulloso por toda la universidad de Oxford; un joven que en realidad está perdido y asqueado de su vida y su entorno. Que Sebastian no soporta a su familia es un secreto a voces. Que no congenia con su madre, Lady Marchmain, es un hecho evidente desde el principio; y que ve en su hermano Brideshead los valores caducos de una sociedad en declive es una idea patente y presente para el lector, que llegará a sentir cierta antipatía ante este reprimido misterioso. Ni siquiera Nanny, la vieja criada adorable que les cuidó de pequeños, es capaz de aguantarle.
Con el tiempo Charles se enamorará de Julia Flyte (creo que evidente desde el principio) y su amor servirá única y exclusivamente para abrirse los ojos mutuamente y acabar con las mentiras sentimentales que han soportado hasta la fecha.
Por último tenemos a la pequeña de los Flyte, Cordelia, el personaje familiar más entrañable (junto con Nanny) y el más sensato de todos. De su boca sale una de las reflexiones más certeras de la novela sobre la religión, uno de sus temas centrales. La familia Flyte es católica, pero los únicos que realmente sienten la fe son Lady Marchmain y Cordelia. Julia y Sebastian, asicomo Lord Marchmain (divorciado de su esposa y residente en Venecia con su querida, Cara) dejaron de creer. Charles se considera ateo y mantiene algunos debates con la familia por persistir en una creencia sin sentido y llena de apariencias. Pero Cordelia intuye que volverán "al camino":
"El padre Brown dijo algo así como 'le cogí (al ladrón) con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón del hilo'."
Efectivamente, en las páginas más intensas hasta el descreído Charles se arrodilla ante el lecho del moribundo Lord Marchmain, rogando para que este se arrepintiera de sus pecados con una de las oraciones más irónicas e hipócritas que he escuchado nunca: "Oh, Dios, si existe un Dios, perdónale los pecados, si existen los pecados".
Para finalizar dejo una pequeña cita sobre una triste reflexión humana acerca de un tema también humano y desgraciado. En ella Sebastian no inspira más que pena (o lástima más bien, sobre todo al leer la novela entera y hacerse una idea más completa del personaje de lo que yo pueda humildemente esbozar aquí):
"Yo me embriagaba a menudo, pero por exceso de alegría, para vivir el instante más intensamente, para prolongarlo y enaltecerlo; Sebastian bebía para evadirse. Al hacernos mayores y más formales, yo bebía cada vez menos y él cada vez más"
Waugh, Evelyn (2002), Retorno a Brideshead, Italia: MDS Books, Mediasat.
3 comentarios:
Bueno, pues otro libro que puedo dar por leído, con tu acertado resumen no necesito ya sumergirme entre sus páginas.
Creo que no hay lecturas de mierda, yo las lecturas las dividiría en dos categorías, las buenas (donde incluiría esos libros que se dejan leer y que al final dejan un poso agradable) y las malas (donde metería al resto, a los que se leen sin más o cuesta terminarlos, y que cuando lo has hecho te dejan indiferente).
Ahora me viene a la memoria otro título, jeje (no voy a nombrarlo), ese que en esta casa solo yo he conseguido leer (y no solo una vez, a cabezón me ganan pocos).
Un beso.
Jeje, mejor no nombremos ese libro, verdad? Madre mía, creo que es el único libro del que me desharía sin contemplaciones. El único destino honroso de ese libro sería como brasas de un buen chuletón. Qué cabezón eres, tú lo has dicho; pero con cariño, eh?
Un besín!
Llego tarde, siempre tarde, al leer la entrada recordé la serie de la BBC, la pusieron en la tele (la única que había, que nostalgia de saber lo que se iba a ver sin dudas)
El tal Sebastián era un prenda de cuidado, yo a lo mejor si me pongo algún día a leerlo.
Un saludo.
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