La caja

La caja, que antaño había sido de color verde dulce, reposaba sobre un montón de maletas viejas, de esas de madera que se cerraban con correas de cinturón de agujeros. Tenía unas dimensiones considerables y sobre sus manos adquiría un peso mucho mayor de lo que se había imaginado. Cuidadosamente la colocó sobre el piso de madera y allí de pie, la contempló en su reposo. En su tapa se apreciaba una especie de dibujo que intentaba asomar entre la gran capa de polvo que la cubría. Sacó un pañuelo del bolsillo trasero de sus vaqueros y limpió por encima aquella vieja tapa. Por fin el dibujo salía a flote. Era un nombre, su nombre: Calixto.


2 comentarios:

Saturnino dijo...

Maleta como la qué tienes en tu habitación....y que te hizo tu madre en barro, no es tarde para añadir la foto al comentario.
Hay que pensar en esos pequeños detalles que a los seres queridos les van a llegar al corazón.
Un beso.

Sonia dijo...

Te puedes creer que cuando escribí eso hace mil años estaba pensando en esa maleta? Me acordé de la foto (parece que me lees el pensamiento), pero colgué el post en el despacho, durante un abandono de las musas.
Un beso