Siempre me echa la bronca porque nunca tiro nada, y quizás tenga razón. Debería desprenderme de montones de cosas que habitan mi pequeño despacho (mi habitación) porque un día tendré que salir yo y no lo contemplo como una opción viable. Pero me cuesta. Mire donde mire siempre veo un recuerdo de un momento, de una risa, de un pensamiento, de una dulce compañía... de un tiempo que ya fue y no volverá. No me rodeo de cosas, no todo es un batiburrillo alocado, hasta en el más caótico de los desórdenes siempre existe una pauta, un porqué en definitiva. Yo me rodeo de recuerdos. Me rodeo de memoria.
Desconozco el motivo de realizar esas figuras. En su momento reconocí el inmenso trabajo que llevaba por sus muchos detalles y quizás por ello ocupan un lugar destacado en mi salón. Me gusta fantasear con ellos porque me llevan a un lugar donde se desarrolló mi infancia. Al verlos los humanizo en un pequeño puerto con olor a redes, pescado fresco y barco viejo. Al verlos me acuerdo del reflejo multicolor del mar y decenas de barquitas con cascos de colores. Me acuerdo de una pequeña iglesia en lo alto de un acantilado. Me acuerdo de una playa. Me acuerdo de los paraguas. Y me acuerdo de un bolero.
3 comentarios:
Aunque nos iremos de aquí, hay pequeños objetos de los que nos es imposible despegarnos porque son el hilo que nos unen con nuestro pasado.
Puedes tirarlos cuando llegues a la edad que representan. Pero si te cansas y decides lanzarlos al vacío, me avisas que a mí me encantan. Preciosas.
¿Que sería de nosotros sin memoria?
Me encanta la frase “Yo me rodeo de recuerdos. Me rodeo de memoria”; espero con impaciencia el comentario de la artista.
En cuanto al segundo párrafo: Ancianos = recuerdos = infancia, que bella contradicción.
Un beso.
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