Me vais a perdonar la falta de delicadeza a la hora de hablaros de este libro. Suele ser habitual proporcionar pistas sobre su argumento, personajes, detalles que llamen la atención para que os pique el gusanillo, siempre obviando aquello que uno debe leer solito, sin que le jodan el cuento (perdón por este lenguaje revertiano). Esta vez no voy a hacer nada de eso porque no me importa la historia ni su motivo, tampoco los personajes que intervienen en ella, ni ningún dato anecdótico de la trama. Y es que uno no debe hablar demasiado alto porque justo después del "Mami, este libro no me gusta nada" surgieron las palabras que había necesitado durante todo el año ya pasado. Y ya se sabe que con las palabras llegan las respuestas. Y con las respuestas, de nuevo, la fe. Como para mí El blog del Inquisidor no se ha revelado como novela, no hablaré de ella como tal, sino como un tratado de antropología. Antropología del dolor y las personas. Con ello puedo ajustar cuentas de una vez por todas con el silencio y la muerte de la palabra. Mi palabra.
1. El Juicio.
"Nunca me ha gustado juzgar a mis semejantes, fundamentalmente por dos razones: la primera, porque mi experiencia me enseña que son las personas más deficientes y mezquinas las que tienen mayor soltura para calificar la condición ajena; y la segunda, porque soy consciente de mis propias faltas y he tenido que aprender a convivir con ellas, lo que mal me faculta para ser demasiado severa con las de los demás. Creo que pocas frases encierran a la vez tanta belleza, humanidad y sabiduría como aquella del Evangelio de Mateo: No juzguéis, si no queréis ser juzgados, pues la misma medida que apliquéis a otros, a vosotros se os aplicará." (p. 89).
2. Sobre los instintos.
"¿Apostataste? No. No me angustia que me computen como católico. De hecho, dejando aparte la manía de inmiscuirse en los avatares de la entrepierna, es la religión a la que me siento más cercano. Pero rechazo someterme a cualquier forma de autoridad de la que pueda librarme. Eso es soberbia, ¿no? No, eso es seguir uno de los instintos naturales del hombre. ¿Cuál? El instinto de libertad. Que para mí pesa más que el otro. ¿Y el otro es? El de conservación." (p. 150)
3. La teoría de los yos muertos.
"A lo largo de la vida, es inevitable, todos sufrimos cambios y accidentes. Con el tiempo vamos acumulando así personas que hemos sido, y luego hemos dejado de ser. Al llegar a cierta edad, somos tanto el que en ese momento vive como una colección más o menos larga de muertos. Pero los muertos, contra lo que suele creerse, no se están quietos, y además son rencorosos: desearían ver al que está vivo incorporado a su lúgubre compañía. El resultado es que siempre estamos, en cierta forma, sosteniendo un pulso contra todos nuestros yos muertos." (p. 159-160)
4. La espada del Inquisidor.
"Lo peor de enfrentarse a la acusación sostenida por uno mismo, y de tener a uno mismo como verdugo, es que nadie conoce mejor nuestros rincones oscuros y nuestros puntos débiles. A otro puede escapársele alguna infracción, o podemos confiar en que fallará algún golpe. Pero cuando el oponente está dentro todos nuestros yerros quedan a la vista y todas las cuchilladas hacen carne. La desnudez es tan absoluta que uno comprende la esterilidad de la resistencia. [...] Desdoblado en juez y reo, exterminaba en mí toda esperanza." (pp. 165.166)
5. ¿Qué nos culpa?
"Nadie es inocente, y sólo los imbéciles y los canallas pretenden serlo. La humanidad es incompatible con la inocencia, y pese a ello, todos los humanos merecemos vivir. La culpa no nos hace inferiores: es la que da testimonio de nuestra condición. Por eso no debemos dejar que nos aplasten con ella, y tampoco rehuirla. Se puede ser culpable y salvarse. Lo que nos condena [...] es la debilidad" (p. 169)
6. Sobre el deber de retener lo que se escapa.
"Desde entonces, sobre todo en mis relaciones con otras personas, parto de esta premisa: tenemos lo que merecemos tener, y perdemos lo que merecemos perder. Porque sólo merecemos tener lo que necesitamos, y cuando necesitamos algo sabemos cuidarlo y no lo perdemos. Y merecemos perder lo que no necesitamos y cuando no necesitamos algo no sabemos cuidarlo y dejamos de tenerlo." (p. 173)
7. "Me voy a dar otra oportunidad porque equivocarse es luchar"
"La vida puede ser amarga, puede ser injusta, puede empeorar hasta lo indecible, y aun así somos capaces de vivirla y de sacarle partido, tanto como ni quisiera podemos imaginar. Por eso tenemos para con ella y para con nosotros mismos la obligación de alzar la cabeza y seguir, siempre. De ser fuertes y no rendirnos, pase lo que pase." (p. 174)
Creo que por hoy es suficiente. Para mañana dejo la teoría sobre las personas. ¿Qué seréis? ¿Contables o pródigos?
Silva, Lorenzo, El blog del Inquisidor, Barcelona: Ediciones Destino, 2008.
2 comentarios:
¿Contable o pródigo?
¡¡¡Buffff!!! Esperaré a saberlo mañana.
Respecto a mis lecturas, sigo liado con ese libro rescatado de tu salón...
Esta noche lo finiquito, tengo en es pera "Los hombres que no amaban a las mujeres", en los propósitos está tu amigo Volpi, ¿habrá tiempo para el blog del inquisidor?
Devoraré páginas que remedio.
Un saludo.
Palabras, solo palabras, yo te añado una más RESPETO, esto es lo que falta hoy día.
Un beso.
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