La semana pasada organizamos en mi universidad unas jornadas de Novela y cine negro en Europa, con tan buena suerte que una de las ponencias, titulada Novela negra actual en los países nórdicos a cargo de Socorro Suárez Lafuente, contextualizó la novela que me ocupa. Socorro trazó las claves de la novela negra nórdica, con la clara advertencia de que no iba a tratar ni a Stieg Larsson ni a Henning Mankell, los más conocidos, pero sí a toda una nómina de autores por descubrir.
Para entender el contexto en el que se inserta este tipo de literatura es necesario conocer algunos detalles de los países en los que se desarrolla. Los datos que proporcionó la ponente no han sido contrastados, pero me interesa compartirlos por curiosos. En Islandia, por ejemplo, las estadísticas señalan que una de cada diez personas va a escribir un libro a lo largo de su vida; en Noruega los escritores reciben un sueldo vitalicio, mientras que en Suecia existe toda una red de bibliotecas de más de 100 años de antigüedad. Lo que ponen de relieve todos estos datos es la gran tradición lectora que existe en los países objeto de estudio.
Es destacable el sentido de aislamiento de estas sociedades que se vuelven introspectivas por la naturaleza exótica y vastísima que las envuelve, caracterizada por el frío, la nieve o los mosquitos. Ocurre a menudo que en las novelas la descripción de la naturaleza circundante se corresponde con el estado anímico del protagonista y sirve además para esconder crímenes y, por el contrario, conservar sus huellas. Influyen también los fenómenos de las noches blancas o eternas.
Este tipo de novelas en ningún momento son aburridas, al contrario de lo que pueda pensarse. Muestran recovecos tanto físicos como psicológicos y la problemática de la que se ocupan es al mismo tiempo local y universal, reconocible socialmente. Aparecen temas como el crimen del este, el terrorismo internacional, la violencia doméstica o la actual crisis financiera que pone en duda la sociedad de hoy en día y cuestiona nuestro estado de bienestar. Además, el aislamiento y la potencialidad de una sociedad introspectiva nos llevan a hablar del concepto de culpa vinculado a la religiosidad, un tema tratado en varias novelas, como por ejemplo en Distingue mi alma del sueco Ake Edwarson, en la que se trazan ciertas preguntas religiosas sobre el bien y el mal y la eterna duda de si el bien acaba siendo recompensado. Este tema es esbozado por Larsson en esta novela, teniendo además un papel importante en la resolución del crimen.
Los hombres que no amaban a las mujeres* participa de las características señaladas por Socorro Suárez sobre la novela negra nórdica. Su aislamiento geográfico agobia al protagonista y también al lector, que se ve confinado como él a una casita en medio de una tormenta de frío en una ciudad pequeña donde es víctima de la violencia de una familia que no desea ver revueltos sus trapos sucios. La temática local no encasilla la novela a su consumo nacional, sino que se abre universalmente en un muestrario de temas que ensordecen las noticias televisivas a las que cualquiera de nosotros tiene acceso. De esta forma nos enfrentamos de lleno a la corrupción política y económica, a los grandes tinglados financieros que han disparado el primer mundo a finales del siglo XX y principios del XXI para arrastrarlo sin misericordia a una de las tantas crisis que provoca el ser humano. Nos movemos entre piratas informáticos y la más baja pulsión humana: el placer en la tortura, la tortura y violación como estímulo personal.
Mientras, una pareja Holmes-Watson un tanto explosiva y atípica, como no deja de serlo el mundo en el que vivimos y que a mi parecer queda bien reflejado en la novela de Larsson, es la encargada de esclarecer los enigmas.
Para finalizar, como es costumbre en De hoja roja, dejo una pequeña cita muy reveladora sobre los enemigos; más que nada para satisfacer un deseo personal:
-A lo largo de todos estos años he tenido muchos enemigos y hay una cosa que he aprendido: nunca entres en la batalla cuando tienes todas las de perder. Sin embargo, jamás dejes que una persona que te ha insultado se salga con la suya. Espera tu momento y, cuando estés en una posición fuerte, devuelve el golpe, aunque ya no sea necesario hacerlo. (2008: 185)
Larsson, Stieg, Los hombres que no amaban a las mujeres, Barcelona: Círculo de Lectores, 2008.
*Tenéis la posibilidad de leer el primer capítulo, aunque sea para poneros la miel en los labios.Para entender el contexto en el que se inserta este tipo de literatura es necesario conocer algunos detalles de los países en los que se desarrolla. Los datos que proporcionó la ponente no han sido contrastados, pero me interesa compartirlos por curiosos. En Islandia, por ejemplo, las estadísticas señalan que una de cada diez personas va a escribir un libro a lo largo de su vida; en Noruega los escritores reciben un sueldo vitalicio, mientras que en Suecia existe toda una red de bibliotecas de más de 100 años de antigüedad. Lo que ponen de relieve todos estos datos es la gran tradición lectora que existe en los países objeto de estudio.
Es destacable el sentido de aislamiento de estas sociedades que se vuelven introspectivas por la naturaleza exótica y vastísima que las envuelve, caracterizada por el frío, la nieve o los mosquitos. Ocurre a menudo que en las novelas la descripción de la naturaleza circundante se corresponde con el estado anímico del protagonista y sirve además para esconder crímenes y, por el contrario, conservar sus huellas. Influyen también los fenómenos de las noches blancas o eternas.
Este tipo de novelas en ningún momento son aburridas, al contrario de lo que pueda pensarse. Muestran recovecos tanto físicos como psicológicos y la problemática de la que se ocupan es al mismo tiempo local y universal, reconocible socialmente. Aparecen temas como el crimen del este, el terrorismo internacional, la violencia doméstica o la actual crisis financiera que pone en duda la sociedad de hoy en día y cuestiona nuestro estado de bienestar. Además, el aislamiento y la potencialidad de una sociedad introspectiva nos llevan a hablar del concepto de culpa vinculado a la religiosidad, un tema tratado en varias novelas, como por ejemplo en Distingue mi alma del sueco Ake Edwarson, en la que se trazan ciertas preguntas religiosas sobre el bien y el mal y la eterna duda de si el bien acaba siendo recompensado. Este tema es esbozado por Larsson en esta novela, teniendo además un papel importante en la resolución del crimen.
Los hombres que no amaban a las mujeres* participa de las características señaladas por Socorro Suárez sobre la novela negra nórdica. Su aislamiento geográfico agobia al protagonista y también al lector, que se ve confinado como él a una casita en medio de una tormenta de frío en una ciudad pequeña donde es víctima de la violencia de una familia que no desea ver revueltos sus trapos sucios. La temática local no encasilla la novela a su consumo nacional, sino que se abre universalmente en un muestrario de temas que ensordecen las noticias televisivas a las que cualquiera de nosotros tiene acceso. De esta forma nos enfrentamos de lleno a la corrupción política y económica, a los grandes tinglados financieros que han disparado el primer mundo a finales del siglo XX y principios del XXI para arrastrarlo sin misericordia a una de las tantas crisis que provoca el ser humano. Nos movemos entre piratas informáticos y la más baja pulsión humana: el placer en la tortura, la tortura y violación como estímulo personal.
Mientras, una pareja Holmes-Watson un tanto explosiva y atípica, como no deja de serlo el mundo en el que vivimos y que a mi parecer queda bien reflejado en la novela de Larsson, es la encargada de esclarecer los enigmas.
Para finalizar, como es costumbre en De hoja roja, dejo una pequeña cita muy reveladora sobre los enemigos; más que nada para satisfacer un deseo personal:
-A lo largo de todos estos años he tenido muchos enemigos y hay una cosa que he aprendido: nunca entres en la batalla cuando tienes todas las de perder. Sin embargo, jamás dejes que una persona que te ha insultado se salga con la suya. Espera tu momento y, cuando estés en una posición fuerte, devuelve el golpe, aunque ya no sea necesario hacerlo. (2008: 185)
Larsson, Stieg, Los hombres que no amaban a las mujeres, Barcelona: Círculo de Lectores, 2008.
6 comentarios:
Esa frase en verde la voy a grabar en letras doradas.
¡¡¡ME ENCANTA!!!
Tengo que reconocer que la novela me enganchó. El principio se me hizo un poco denso con la descripción de todo el entremado económico, pero después no podía dejar de leer.
La cita es demoledora.
Muchos besos.
Es mejor tu disertación, Sonia. Como siempre un encanto de esposición. Estoy leyendo ahora el libro, acaba de ajustarle las tuercas Lisbeth al abogado, me encanta. Mi peli favorita es "Cadena Perpetua". Me parezco a Lisbeth, solo me falta la inteligencia, pero soy vengativo y no perdono, solo me falta aprovechar las oportunidades. Intento pensar en otras cosas, para vivir en positivo.
Quizas sepa hackear tu ebook, Sonia. ;)
El titulo no me convence como que quieren a las mujeres, si todo el tiempo habla del lover ocasional. Acaso no es un canto a la inteligencia de la mujer, al haz el amor y no la guerra...
¿Que opinas del lover ocasional, Sonia?
Quiero, con tu permiso revisar todo tu blog, disfrutar dello, he pensado leerlo retrocediendo como los correos, ¿Puedo darte caña?
Me gusta mucho la Sonia del blog, a la otra, real no la conozco, ni me interesa, pero a la columnista me atrevo a sugerirle un poco de picardía e ironia para esta tu columna.
Gracias por compartir esta novela.
Como hablas de un libro que no conozco y que seguramente no llegaré a leer, y como el 23 es el día del libro, pues te hago una recomendación: "Confesiones de una máscara", de Yukio Mishima. Yo me leí todo lo que había publicado de este autor, que para mí es tremendo. Algún día escribiré algo de él en el blog.
Qué bien escribes joder !!
Me gusta cuando escribes entradas de este tipo.
Un beso
Interesante el artículo. El libro me lo cepillé en 3 días. Engancha, "solo" le falta calidad de escritura.
Que mejore la rodilla.
Los amigos de Carlitros son mis amigos.
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