Hace mucho que no reseño nada de lo que leo. Veo la imagen del “Estoy leyendo…” en la columna de la derecha y casi me da la risa al contemplar que La región más transparente de Carlos Fuentes hubo de ser abandonada hace tiempo por otras lecturas, muchas, que debían alimentar mi proyecto. Uno se pasa la carrera diciendo que cuando acabe podrá devorar lo que desee y a veces pienso que tal quimera jamás ocurrirá.
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño alcanzó la categoría de invitado incómodo que llega para unos días y acaba quedándose meses. Y durante todo este tiempo hemos mantenido una relación amor-odio imposible, esa que se establece en la delgada línea de gustar lo que uno está leyendo pero al mismo tiempo torturarle, ser incapaz de aguantar más de veinte páginas seguidas. “Llévatelo a la playa, allí seguro que lo terminas”, apuntillaba mi madre. Evidentemente no lo hice. Puedo llegar a ciertos extremos masoquistas pero no hasta el punto de amargarme el “descanso” estival. Por eso escogí una colección de ensayos. Mal equilibrio en la balanza.
Lo que viene reflejado en la novela de Bolaño es un manicomio, en el sentido metafórico del término: un desfile continuo de personajes, una sucesión de fragmentos inconexos que nos dibujan una historia parcelada del México sociocultural a lo largo de veinte años, desde 1976 hasta 1996. El libro está estructurado en tres partes: la primera y la última se corresponden con los fragmentos de un diario realizado por un joven llamado Juan García Madero, testigo de parte de los sucesos que ocurrieron en torno a un grupo literario, los real visceralistas, y sobre todo, alrededor de dos personajes de la historia, Ulises Lima y Arturo Belano, cabecillas del movimiento. La particularidad de la obra es que los conocemos a través de la visión del “coro” que los acompaña, acentuado en la segunda parte, titulada precisamente Los detectives salvajes. Como una colmena, todo un sinfín de personajes nos relatan fragmentos de la vida que compartieron en algún momento con Lima y Belano, de tal forma que nos corresponde a nosotros encajar las piezas del puzzle. El resultado, en mi opinión, no puede ser más desesperanzador: por mucho que conozcamos los hechos ambos personajes permanecen envueltos en una nebulosa que nos impide contemplarlos de cerca, conocer sus motivaciones a la hora de actuar, saber con certeza qué piensan. Si Ulises y Arturo permanecen en la oscuridad, el objeto de su búsqueda, Cesárea Tinajero, poeta que en los años veinte fundó el primer real visceralismo poético y jamás publicó nada, se erige como una especie de divinidad inalcanzable, como un azar determinante.
El segundo elemento a destacar es el juego metaliterario como principio constructivo de la ficción, puesto que la novela encierra una reflexión sobre la literatura y su creación, sobre cómo se forman las alianzas en un medio, el literario, contaminado en numerosas ocasiones por fuerzas ajenas a él. Así es, la novela es una sucesión de premios literarios, poetas que en su mayoría no tienen dónde caerse muertos y grandes figuras que eclipsan a los demás. A veces parece que la propia literatura es un pretexto, algo anecdótico en un escenario tan caótico donde ni siquiera resulta válido congregarse alrededor de un grupo; la gran ironía reside en que dentro del gran teatro del mundo representado en la novela lo que les espera a cada uno es el completo anonimato: la negación de su obra inexistente es la bofetada del destino.
Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompañándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia. (2009: 488)
Bolaño, Roberto, Los detectives salvajes, Barcelona: Alfaguara, 2009.
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño alcanzó la categoría de invitado incómodo que llega para unos días y acaba quedándose meses. Y durante todo este tiempo hemos mantenido una relación amor-odio imposible, esa que se establece en la delgada línea de gustar lo que uno está leyendo pero al mismo tiempo torturarle, ser incapaz de aguantar más de veinte páginas seguidas. “Llévatelo a la playa, allí seguro que lo terminas”, apuntillaba mi madre. Evidentemente no lo hice. Puedo llegar a ciertos extremos masoquistas pero no hasta el punto de amargarme el “descanso” estival. Por eso escogí una colección de ensayos. Mal equilibrio en la balanza.
Lo que viene reflejado en la novela de Bolaño es un manicomio, en el sentido metafórico del término: un desfile continuo de personajes, una sucesión de fragmentos inconexos que nos dibujan una historia parcelada del México sociocultural a lo largo de veinte años, desde 1976 hasta 1996. El libro está estructurado en tres partes: la primera y la última se corresponden con los fragmentos de un diario realizado por un joven llamado Juan García Madero, testigo de parte de los sucesos que ocurrieron en torno a un grupo literario, los real visceralistas, y sobre todo, alrededor de dos personajes de la historia, Ulises Lima y Arturo Belano, cabecillas del movimiento. La particularidad de la obra es que los conocemos a través de la visión del “coro” que los acompaña, acentuado en la segunda parte, titulada precisamente Los detectives salvajes. Como una colmena, todo un sinfín de personajes nos relatan fragmentos de la vida que compartieron en algún momento con Lima y Belano, de tal forma que nos corresponde a nosotros encajar las piezas del puzzle. El resultado, en mi opinión, no puede ser más desesperanzador: por mucho que conozcamos los hechos ambos personajes permanecen envueltos en una nebulosa que nos impide contemplarlos de cerca, conocer sus motivaciones a la hora de actuar, saber con certeza qué piensan. Si Ulises y Arturo permanecen en la oscuridad, el objeto de su búsqueda, Cesárea Tinajero, poeta que en los años veinte fundó el primer real visceralismo poético y jamás publicó nada, se erige como una especie de divinidad inalcanzable, como un azar determinante.
El segundo elemento a destacar es el juego metaliterario como principio constructivo de la ficción, puesto que la novela encierra una reflexión sobre la literatura y su creación, sobre cómo se forman las alianzas en un medio, el literario, contaminado en numerosas ocasiones por fuerzas ajenas a él. Así es, la novela es una sucesión de premios literarios, poetas que en su mayoría no tienen dónde caerse muertos y grandes figuras que eclipsan a los demás. A veces parece que la propia literatura es un pretexto, algo anecdótico en un escenario tan caótico donde ni siquiera resulta válido congregarse alrededor de un grupo; la gran ironía reside en que dentro del gran teatro del mundo representado en la novela lo que les espera a cada uno es el completo anonimato: la negación de su obra inexistente es la bofetada del destino.
Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompañándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia. (2009: 488)
Bolaño, Roberto, Los detectives salvajes, Barcelona: Alfaguara, 2009.
12 comentarios:
Hola Sonia, como este libro tengo yo algunos en la estantería...siempre digo, cuando tenga más tiempo lo termino....y ahí siguen.
Un saludo
Quique
Conozco esa del gada linea entre la tortura y el placer de leer lo que tienes entre las manos. Debo ser sincero y la verdad que no me has tentado lo mas mínimo para hacerme con este ejemplar. jeje... yo también tengo varios ejemplares en la estantería... pero sin empezar, se me acumula el "trabajo".
Tranquila, que todo llega, y verás qué alegría sentirte libre para leer lo que te plazca... y dejarlo a medias sin remordimientos.
Tengo un amigo que nunca deja un libro sin terminar, aunque le resulte una tortura, pero yo pienso que los libros también te buscan a ti, y algunos vienen sólo para decir que "no es el momento" :-)
En cualquier caso, la frontera entre leer para trabajar y leer para disfrutar tiene estas cosas...
Ánimo, que como te dije al principio, todo llega.
Experto en ladrillos de ese tipo; en ver noche tras noche la mirada crítica de ese libro, de su desaprobación, mientras lo miro desde mi sillón y le digo "hoy tampoco estoy preparado para enfrentarme a tí"; creo que ahora no estoy preparado para Bolaños; mañana, ya veremos.
Un beso.
Quique: hay libros que conviene abandonar en la página merecida, para otros es necesario esperar a ocasiones mejores, algún día llegará su hora.
Un saludo!
gargar: es curioso cómo se mezclan tortura y placer en una misma lectura; desde luego no pensaba tentar a nadie, no es un libro recomendable para todo el mundo. Más bien creo que es una lectura "para ser llamado", en caso contrario mejor ni intentarlo, haces bien.
Un saludo!
Tecolinha: no sé si llegará ese momento, sobre todo cuando tu profesión se basa principalmente en leer. Soy de los que piensan que los libros deben dejarse en la página merecida, pero éste... no sé qué tiene...
Un abrazo!
Saturnino: hay ladrillos que merece la pena leerse, con otros no deberías perder el tiempo. Con tanto para leer y tan poco tiempo para hacerlo hay que ser muy selectivo. Tienes toda la razón: hay que estar preparado para Bolaño.
Un beso!
En estos momentos estoy sin lectura... no voy a echar la culpa a los "ladrillos" que tengo en la estantería, tampoco a los que dieron unos buenos ratos, la culpa sin más es mía, no tengo el cuerpo para eso en este momento, una lástima.
De todos modos seguro que este del que hablas no me va a llegar, no.
Un saludo.
Una brillante crítica literaria, bastante mejor que la media de las que se publican en las revistas especializadas de Literatura o en lus suplementos literarios de periódicos y revistas. Podrías dedicarte a ser crítica literaria, ahora que, de ser así, ¡vas a tener que tragarte cada ladrillo...!
Ánimo con el DEA.
Abe: a veces se atraviesan épocas en las que simplemente no apetece leerse nada. Vienen bien los descansos. Ya verás cómo en breves te animas con alguno de los ladrillos de tu estantería. Y no hace falta que sea este, ya me sacrifiqué yo por todos, jeje.
Un abrazo!
Andrés Escorial: muchas gracias. Creo que como filóloga, y eso lo sabes bien, somos críticos literarios a todas horas, nos guste o no, nos paguen o no. La de ladrillos que nos hemos metido para el cuerpo. El DEA ahí sigue, poco placer y mucha tortura, pero qué te voy a contar, eh?
Un besazo!!
Puede parecer contradictorio, pero mi viaje a NY me ha enseñado lo valioso del tiempo y por suerte algo de tiempo tengo, y no sé muy bien porqué he vuelto a leer....pero como en los entrenos, poco a poco, despacito, saboreando cada palabra...
Ah!! y muchísimas felicidades por ese podium, por esa carrera neoyorkina!!
Otra cosa: en la columna de la derecha pone tus totales en km semanales, mensuales, anuales y totales....estás un poquito vaga....jejejeje
Rafa: me alegro de que hayas vuelto a leer y muchas gracias por la felicitación. Por cierto, ni tanto que me había vuelto vaga! Gracias por avisarme, ya subsané el error.
Bienvenido de nuevo!!!
Ese tipo de libros me gustan, esa forma de darle forma a los sucesos, esa manera de conducir al lector...
Un beso guapa
CarLitros: a mí también, porque como lector no eres pasivo, tienes que poner mucho de tu parte, pero hay algunos, como este, que son terriblemente agotadores.
Un besazo Medio Vecino!
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