LAVANDA

Apenas se deja sentir el pronto amanecer y las luces de la ciudad se disipan a medida que la abandonamos, junto con su bullicio y su calor recalentado de verano. El viaje es corto, pero agradable, de esos que te sumen en un estado latente de tranquilidad que hace que no despegues la vista del paisaje ni un solo instante. 

Es una mañana especial, no es difícil reconocerlo. Has generado grandes expectativas de lo que has de ver, vas perfectamente equipado y te llevas la mochila de explorar, porque sabes que llegarás allí y querrás absorberlo todo y fotografiar cada instante en tu retina. 

Al llegar a destino, el sol rasga la noche con sus tonos anaranjados y brillantes. Agradeces el frescor de la mañana, ese que te eriza suavemente la piel, de forma placentera quizás, sin pegarse a ti sofocado e insoportable, como en la ciudad.

Rápidamente te echas la mochila al hombro y empiezas a caminar, anhelante de caminos empolvados alejados del asfalto infernal. El sol se levanta a tu vera, clareando el oscuro paisaje que se extiende ante ti. Una masa informe de arbustos aún por definir que ocupan todo aquello que tu vista puede alcanzar.

Hasta que de repente, giras hacia la derecha en una vereda del camino, enfrentándote al sol, y aminoras el paso como si te adentraras en una catedral. Entonces ya se impone el silencio, y te das cuenta de que tu destino, ese día, era vivir el alba allí, donde la maraña de arbustos se alinea matemáticamente y el naranja tornasolado y brillante se funde a pinceladas con un intenso y penetrante púrpura...


Campos de lavanda en Brihuega. Fotografía de JC Photography

Atraviesas lentamente la pulcritud de las líneas moradas, contemplando ese amanecer perfecto en completo silencio, consciente del privilegio de tu papel testigo, mientras acaricias las ramas enhiestas que dejan en tus dedos un intenso olor que te transporta lejos, allá donde tu consciencia tenga destino.

El silencio obligado se quiebra con el despertar de las abejas, cuyo zumbido rompe afanosamente el aire en busca de la dulzura que llene sus panales.


Amanecer en Brihuega. JC Photography

Podrías pasarte horas al servicio de la contemplación, pero ya el sol apunta alto en una claridad que amenaza otros calores. Es tiempo de guardar las sensaciones de los sentidos y dar la vuelta hacia el camino mochila en mano, sonrisa del deber cumplido.

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