Resulta difícil explicar mi interés y gusto por la pintura de Frida Kahlo ("¡Pero cómo te puede gustar eso!" me dijeron una vez los ojos azules), pero la verdad es que colgaría en las paredes de mi casa cada uno de sus cuadros. Tan frágil, tan violento, tan doloroso... el verdadero psicoanálisis de Frida se halla en su obra pictórica llena de símbolos sobre su visión de la realidad. Su pintura surge del sufrimiento de su cuerpo maltratado, de la experiencia de la negación de sus anhelos de ser madre, de la desesperación. Es por eso que aparecen los escenarios áridos o vacíos, la contraposición del día y la noche, los abismos, el cuerpo mutilado y sangrante, la naturaleza salvaje, expresiones gráficas de sus abortos... Si me tuviera que quedar con uno de sus cuadros elegiría El abrazo de amor de El universo, la tierra (México), Yo, Diego y el señor Xólotl. Según la interpretación de Andrea Kettenmann, el universo está formado por el principio dualista de la filosofía china del Yin y el Yang: la luz y la oscuridad, el sol y la luna en un intenso abrazo con la tierra. La diosa que aparece es Cihuacoatl, sosteniendo en brazos a la artista y, según la mitología, engendradora de vida, de ahí las múltiples plantas que aparecen rodeándola. De su pecho brota una sola gota de leche, símbolo precisamente de su condición de Madre. En contraposición con esta imagen tenemos la de Frida, máxima expresión del deseo frustrado de la maternidad que apreciamos en una doble vertiente. Por un lado, al contrario que la diosa Cihuacoatl, de su pecho brota un chorro de sangre, simbolizando la imposibilidad de convertirse en madre, y por otro lado, esa frustación se refleja en su pretendido papel maternal hacia su esposo Diego Rivera, al que sostiene en brazos como si fuera un niño. La imagen en conjunto semeja a una Virgen con el niño Jesús, solo que Jesús no es Jesús sino Buda, con un tercer ojo simbolizando la sabiduría y un ramo de llamas que indican renacimiento. El perro Itzcuintli que aparece a los pies de la pareja, el "señor Xólotl", es el guardián del mundo de los muertos. En definitiva, vida y muerte en perfecta armonía. Así era inevitablemente la vida de Frida Kahlo.
A. Kettenman, Kahlo, Taschen, El País, Madrid, 2007
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