Nunca correrás solo

Los nervios se atraviesan en la barriga y pronto acude el latigazo por la espalda; un escalofrío. Quizás hoy no sea mi día. Voy a buscar a mis inseparables compañeras: Air Pegasus, por supuesto azules, ya ligeramente usadas pero con mucho por hacer todavía. Empiezo el calentamiento como siempre; no deja de ser un ritual en el que templo el nerviosismo, imploro a mi concentración y resoplo repetidamente mientras "rezo" lo que puedo para no perder la respiración y por consiguiente el ritmo, en ese caso ya se sabe: estás perdido. Mi padre comienza a dar consejos (siempre lo hizo, aún le recuerdo pasando frío en las gradas del hispánico mientras se me atragantaban los cuatro metros en longitud y él me daba las indicaciones pertinentes para mejorar el siguiente salto): siempre la respiración. Ese fue mi pequeño escollo en mis carreras juveniles, cuando un montón de niñas salían como caballos desbocados con unos cuantos kilómetros por delante (puede que dos o tres, incluso cuatro; qué le vamos a hacer, las distancias cambian con la edad) y yo me perdía entre resoplidos agonizantes con unas piernas que cada vez pesaban más y se ralentizaban; y después el momento crítico de la carrera: el pecho a punto de estallar, las sienes "bombeando" hasta doler y la garganta atravesada por puro fuego; "tengo que parar" ("pase lo que pase nunca lo hagas, baja el ritmo, aprovecha las bajadas para recuperar un poco"). Ains, parece que fue ayer. Por momentos hubiera deseado que mi padre tuviera otra afición, como jugar al tenis los sábados por la mañana o hacer maquetas de barcos; pero eligió correr. Y después se hizo "runner" popular y comenzaron las carreras. Hay que joderse. La envidia en casa. Yo tampoco voy a ganar ninguna carrera, o quizás sí, aquellas carreras personales del día a día, esas que le permiten a una recién estrenada "runner" con la pequeña meta de correr su primera media maratón (jugamos en casa) bajar la media del kilómetro de ocho minutos a cinco o seis. Esa pequeña carrera que me permite enlazar largos en la piscina apenas sin descanso. Esa pequeña carrera que me hace tararear e incluso sonreír mientras atruena mi musicota en el mp3. Santo remedio para mi ritmo. No me bastaron la mente en blanco, pensar en mi agenda del día siguiente, recuperar el "yes, we can" barackniano ni hacer canciones con la respiración (cosas mías); hoy iba sola y no fui a correr, sencillamente escuché música.

4 comentarios:

Abe dijo...

Las "Air Pegasus", unas zapatillas míticas que ahora cumplen 25 años...
sin duda el complemento ideal para una "irreductible leonesa"... bueno y tu señor padre, ese también es un buen "elemento" digo complemento.
Ánimo que puedes.
Un saludo.

Saturnino dijo...

Respiración, ritmo, baja el ritmo, aprovecha las bajadas para recuperar…..veo que no he predicado en el desierto.
Tienes un reto, un objetivo, “una pequeña meta”, y para esto tengo otro consejo: “Entrena disfrutando, y olvidate del objetivo final, disfrutaras mucho más”.
Un beso.

Saturnino dijo...

Abe, tú tienes el d3, y yo el d1 (de momento).
Saludos.

Beatriz dijo...

Hola Sonia.
¡Qué bien que te hayas propuesto seguir los pasos de tu padre! En el Nunca correrás solo estamos escasos de chicas....
Yo ando persiguiendo el mismo objetivo de enfrentarme a una media, así que es muy posible que nos veamos en tu estreno en León.
Ánimo y enhorabuena por tu blog.
Beatriz (del d3 de Abe).