Sé que cuando os hablé de El blog del Inquisidor prometí continuar con esta teoría antropológica en la siguiente entrada. Pero como siempre ocurre, se presentan algunos imprevistos en el camino y hablar sobre El Cascanueces era uno de ellos, e importante además, porque tenía que ser los "ojos" de alguien que no pudo asistir al ballet aquella noche. Pero hoy acudo a la cita para mostraros esta teoría sacada del libro de Lorenzo Silva, para seguir con este tratado del dolor y las personas.
"Las personas, según mi teoría, se dividen en dos grandes grupos. Un primer grupo vienen a formarlo los que podemos llamar los contables. [...] Son esas personas que siempre llevan la cuenta de todo, tanto en sus actos como en los de los demás. Para ellos todo tiene su contrapartida, y sin ella, carece de sentido. Les gusta que cada peso tenga su contrapeso. Que todo cuadre. [...]
Los contables son personas con rasgos admirables, y capaces de cosas admirables también. Tienen sentido de la justicia, del orden, del equilibrio. Suelen ser fiables, coherentes, eficaces, y esforzarse siempre por corresponder con el bien a los bienes que reciben. No dejarán nunca de pagar una deuda, y nunca se les olvidará lo que te prometieron. Son atentos, detallistas: sus madres saben que siempre las felicitarán por su cumpleaños. Tienen capacidad de anticipación, sentido de la estrategia. Por eso saben organizarse y sirven como nadie para organizar a los demás. [...]
Pueden ser intransigentes. Pueden ser también avaros, o codiciosos. Y tienen una cierta propensión al resentimiento. Ellos suelen cumplir lo que se espera de ellos, pero no es difícil que otros no cumplan lo que ellos esperan. Y su sentido de la contrapartida entra aquí en juego de forma implacable. [...]
El otro grupo es el de los que llamaremos los pródigos. [...] Los pródigos son aquellos que, al revés que los contables, se despreocupan de llevar la cuenta de lo que hacen, y de lo que les hacen. No es una decisión, simplemente carecen de esa capacidad. Pueden muy bien deslumbrar aquí, y fallar completamente allá. Son malos para calcular, para equilibrar, para corresponder. No es que las cosas no les cuadren. Es que se empeñan en descuadrarlas, una y otra vez. [...]
En cada uno de nosotros predomina uno de los dos: el contable o el pródigo. Y eso no quiere decir que no tengamos rasgos del opuesto, de los que podemos servirnos frente a las vicisitudes cotidianas. Pero en las verdaderas encrucijadas, en las crisis, y en definitiva, allí donde cuenta lo que somos en lo más profundo, nos manifestamos como lo uno o como lo otro. [...]
Los pródigos tienen, qué duda cabe, una faceta muy atractiva. Pueden ser brillantes, ocurrentes, muy creativos. También tienden a ser generosos, apasionados, cálidos. Si les pides un pan no se pararán a contar cuántos otros panes les quedan en la despensa. Nunca miden el afecto, la amistad o la compasión. Y nunca se limitarán a cumplir el plan establecido o a seguir la vía marcada. Siempre mirarán hacia los lados. Y lo que allí encuentran no suelen verlo los contables. [...]
Pero no llevar la cuenta también juega malas pasadas. Por falta de celo, por descuido, pueden llegar a ser muy desconsiderados. No es difícil que se distraigan, y tampoco que dejen de prever lo que deberían haber previsto, exponiéndose y exponiendo a otros a consecuencias desagradables que habrían podido evitar con un poco más de cuidado. Pueden arruinarse con facilidad, por sus pocas dotes para administrarse. Y no pocos de ellos (todos los pródigos, en realidad, en algún momento de su vida) se comportan de forma incomprensible y temeraria." pp. 184-186
"Las personas, según mi teoría, se dividen en dos grandes grupos. Un primer grupo vienen a formarlo los que podemos llamar los contables. [...] Son esas personas que siempre llevan la cuenta de todo, tanto en sus actos como en los de los demás. Para ellos todo tiene su contrapartida, y sin ella, carece de sentido. Les gusta que cada peso tenga su contrapeso. Que todo cuadre. [...]
Los contables son personas con rasgos admirables, y capaces de cosas admirables también. Tienen sentido de la justicia, del orden, del equilibrio. Suelen ser fiables, coherentes, eficaces, y esforzarse siempre por corresponder con el bien a los bienes que reciben. No dejarán nunca de pagar una deuda, y nunca se les olvidará lo que te prometieron. Son atentos, detallistas: sus madres saben que siempre las felicitarán por su cumpleaños. Tienen capacidad de anticipación, sentido de la estrategia. Por eso saben organizarse y sirven como nadie para organizar a los demás. [...]
Pueden ser intransigentes. Pueden ser también avaros, o codiciosos. Y tienen una cierta propensión al resentimiento. Ellos suelen cumplir lo que se espera de ellos, pero no es difícil que otros no cumplan lo que ellos esperan. Y su sentido de la contrapartida entra aquí en juego de forma implacable. [...]
El otro grupo es el de los que llamaremos los pródigos. [...] Los pródigos son aquellos que, al revés que los contables, se despreocupan de llevar la cuenta de lo que hacen, y de lo que les hacen. No es una decisión, simplemente carecen de esa capacidad. Pueden muy bien deslumbrar aquí, y fallar completamente allá. Son malos para calcular, para equilibrar, para corresponder. No es que las cosas no les cuadren. Es que se empeñan en descuadrarlas, una y otra vez. [...]
En cada uno de nosotros predomina uno de los dos: el contable o el pródigo. Y eso no quiere decir que no tengamos rasgos del opuesto, de los que podemos servirnos frente a las vicisitudes cotidianas. Pero en las verdaderas encrucijadas, en las crisis, y en definitiva, allí donde cuenta lo que somos en lo más profundo, nos manifestamos como lo uno o como lo otro. [...]
Los pródigos tienen, qué duda cabe, una faceta muy atractiva. Pueden ser brillantes, ocurrentes, muy creativos. También tienden a ser generosos, apasionados, cálidos. Si les pides un pan no se pararán a contar cuántos otros panes les quedan en la despensa. Nunca miden el afecto, la amistad o la compasión. Y nunca se limitarán a cumplir el plan establecido o a seguir la vía marcada. Siempre mirarán hacia los lados. Y lo que allí encuentran no suelen verlo los contables. [...]
Pero no llevar la cuenta también juega malas pasadas. Por falta de celo, por descuido, pueden llegar a ser muy desconsiderados. No es difícil que se distraigan, y tampoco que dejen de prever lo que deberían haber previsto, exponiéndose y exponiendo a otros a consecuencias desagradables que habrían podido evitar con un poco más de cuidado. Pueden arruinarse con facilidad, por sus pocas dotes para administrarse. Y no pocos de ellos (todos los pródigos, en realidad, en algún momento de su vida) se comportan de forma incomprensible y temeraria." pp. 184-186
Reconozco que la primera vez que leí esto me asusté un poco. Por supuesto que tenía algo de los dos, ¡pero en sus cualidades negativas! Después, como buena contable que soy, me di cuenta de que no era descuidada como un pródigo; sencillamente sé cuándo debo hacerme la tonta.
Silva, Lorenzo, El blog del Inquisidor, Barcelona: Ediciones Destino, 2008.
Silva, Lorenzo, El blog del Inquisidor, Barcelona: Ediciones Destino, 2008.
8 comentarios:
Yo soy de una mitad del primer grupo: los contables que no controlan a los demás sino a sí mismos (en el sentido conductual y no económico)
Interesante reflexión...
Como buen pródigo que soy, tengo sólo un saco de felicitaciones, pero son todas para tí. Acertada teoría.
Un abrazo Sonia.
Existe el pródigo-contable, o el contable-pródigo? Yo creo que todos somos variables, no estamos encerrados en una tipología o en una forma de ser y actuar, vamos pasando etapas y en cada una de ellas tendemos hacia un lado o hacia el otro. Y sobre todo tiene mucho que ver con quién estemos...
Gracias por vuestros comentarios.
Gregorio: el primer paso para un contable es controlarse a sí mismo antes de poder hacer lo mismo con los demás. Tampoco es mi caso; digamos que como mujer una tiende siempre a controlar ciertos "aspectos" de los demás. No sé si me entiendes, jeje.
CarLitros: me alegro de que te pareciera interesante la teoría. Bienvenido a mi blog, siéntete como en tu casa. He echado un vistazo al tuyo y me encanta que sea de atletismo. Otro más de quien aprender en mi corta carrera. Prometo ser asidua.
rubenlois: muchas gracias por las felicitaciones. Intento compartir todo lo interesante que surge en mis múltiples lecturas.
Rafael: se puede y se debe tener ambas caras. Lo uno no está reñido con lo otro. Todos atravesamos por distintas etapas en nuestra vida que nos hacen ser de una forma o de otra. Es inevitable. Lo importante en este caso es seguir siendo siempre nosotros.
Un saludo a todos!!
Creo que las buenas personas tendrían que tener lo mejor de los contables y lo mejor de los pródigos; una sola personalidad no haría buena gente.
En la vida hay que saber adaptarse a las circustancias que nos reodean y dar siempre lo mejor para cada ocasión.
Un beso.
Que pena que no vivas en Almería e incluirte en Blogosera Almeriense.
Me encanta tu blog
Saturnino: por supuesto que hay que tener la parte positiva de ambos, o por lo menos tratar de conseguir cierto equilibrio.
Ignacio: muchas gracias por visitar mi blog; me alegro de que te guste. Y sí, es una pena no vivir en Almería, jeje.
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