Misión Potter

Cuando leí el primer libro de la saga Harry Potter intuí que me iba a atrapar por completo. He demorado su compra (en realidad me los han regalado entre mi madre y mi hermano) para no caer en la frustrante trampa de tener en mi poder unos cuantos libros que deseo devorar y no puedo por dedicarme a leer otros más cercanos al oficio (odiosa tarea la labor de documentación). Poco a poco he comprobado el porqué de tanta locura: miles de niños haciendo cola en las librerías en cada nueva entrega (algo tenía que tener para que muchos niños españoles, digo bien, españoles, no se esperaran siquiera a la versión española y lo adquirieran en inglés), el montaje hollywoodiense en los estrenos cinematográficos, en definitiva, el universo Potter que ha creado J. K. Rowling, comparado en calidad (y rentabilidad) al ideado por J. R. R. Tolkien con El señor de los anillos. Una historia que crece y evoluciona a medida que lo hace el protagonista, visible desde la cara externa de los libros (en la edición española publicada por Salamandra): los primeros, con cubiertas de vivos colores (naranja, verde, amarillo), rondan las 200 páginas mientras que los cuatro restantes, que muestran colores más fríos (beige claro, azul hielo, negro), superan cada uno las 600 bien a gusto. Rowling juega a la perfección con el enigma y el misterio que envuelven la vida de Harry; su búsqueda es la del lector, tímida y aniñada al comienzo, desesperada, violenta y dolorosa al final, cuando la inocencia es sustituida por el amargor de la vida adulta, cuando se caen los velos y nos damos cuenta de que no todo es lo que parece, de que, efectivamente, existe el bien... y el mal. Y lo que es peor, sucumbimos a ambos como títeres del azar.
Harry Potter me acompañó a EEUU y a mi regreso mi hermano tuvo la "horrible" idea de terminar mi saga: los últimos tres tomos fueron mi regalo de cumpleaños y se convirtieron en una tentación: la misión Potter reclamaba mi atención. 2000 páginas en quince días, de las cuales 600 (Harry Potter y el misterio del Príncipe) me ventilé en un glorioso domingo en el que lo único que hice fue eso, leer ("No te acabarás el libro hoy, ¿verdad?", me amenazó y/o retó mi madre. "Me subestimas", respondí). Ese día solo existió Harry Potter y su universo, igual que los siguientes cuando acabé la saga con Las Reliquias de la Muerte, con unos cuantos lagrimones resbalando por mis mejillas y salpicando mis gafas.
Si Harry Potter ha tenido y tiene tanto éxito es porque, además de estar muy bien escrito, ataca la línea de flotación de cualquier lector: el simple y puro placer por la lectura.

3 comentarios:

Beatriz dijo...

Me identifico totalmente con lo que dices. Nunca llegué a terminarme un libro en un día, pero siempre los he "devorado". Muchos besos de otra enganchada a Harry Potter.

Abe dijo...

Yo añadiría que las dos sois unas "enganchadas" a las medias ;D
Seguro que si inventan un sistema para leer mientras se corre sin marearse, las dos lo usaríais.
Reconozco con cierta vergüenza que no he leído ni uno solo de estos libros, quizás por falta de oportunidad o que los magos no me llaman tanto como los orcos, enanos, hobbits, elfos y hombres mortales...
Corregiré esa carencia en cuanto los libros que tengo en mi mesilla dejen espacio.
Un saludo.

SONIA dijo...

Beatriz: me alegra saber que tú también te has enganchado a Potter. Es uno de los mejores personajes que se ha creado! Y si algún día pillas con uno de esos libros que te atrapan por completo espero que lo devores en un solo día!

Abe: leer mientras corremos?? Si de verdad se pudiera... ains, ni en mis mejores sueños! Y adelante con esos libros de la mesa de noche!

Un saludo a los dos!!