Run for Central Park

Esta es la última entrada que realizo sobre Nueva York, uno de los platos fuertes, algo que me apetecía mucho hacer, una parte importante de mi "negociación". De las carreras proyectadas para el verano era la marcada en rojo en el calendario. Lamentablemente el resultado en todas ellas ha sido bastante dispar. La Carrera de la Esperanza fue una pequeña tortura, pero la XVIII Vuelta a peu de Miramar fue un infierno absoluto que hizo que me retirara por primera vez (y espero que última) en toda mi vida. Hasta que llegó la mañana del 18 de julio en la que salí del hotel con mi chocolate caliente y mi bollo, vestida con la indumentaria del Nunca correrás sólo secundada por Aitor, pobre sufridor acompañante. Un fin de semana en Nueva York en verano convierte la ciudad en un desierto y las únicas personas que nos encontrábamos en el metro éramos corredores. La tensión iba en aumento.


Nos bajamos en
Columbus Circle, en la esquina suroeste del parque para ir dando un paseo hasta la línea de salida, situada entre el Literary Walk y el Bandshell. Y de repente ahí estaba: la cuna del running popular, cientos de corredores adueñándose del parque, corriendo en solitario, por parejas, grupos, por los distintos caminos y trayectos. Abrí los ojos con la intensa emoción de un niño pequeño, se me encogió el estómago, amagué una sonrisa. Alcanzamos la línea de salida y compruebo que más de ocho mil personas participaremos en las 4 millas escalonados por miles, cada uno con un color identificativo. Mi dorsal era el 1568, me tocaba salir en el segundo mil, mi color el rojo. "Los habrán adjudicado por orden de inscripción", pienso. Aitor se preocupa porque beba agua y me hidrate. Es uno de los días más calurosos de toda la semana, son las 8:30 de la mañana y empieza a hacer un calor considerable. No paro de observar a la gente, es indescriptible el ambiente que se respiraba. Analizo a todos los dorsales rojos y una intuición comienza a acecharme.


A las 8:35 comienzo el calentamiento. No son muchos kilómetros, unos 6,5, y quiero estar en perfectas condiciones cuando den la salida. Correteo por los caminos, llego a la calle central, donde han colocado la taquilla y sencillamente alucino con la cantidad de gente que trota, ríe y se prepara. Más de ocho mil personas de todos los tipos y condiciones. Sigo observando a los dorsales rojos. "No me lo puedo creer", me digo. Son las 8:50, llego donde espera Aitor y la intuición se materializa en la más pura verdad: "Nos nos han colocado por orden de inscripción", le digo. "¿Entonces?". "¡Por tiempo en la milla!". Aitor me mira con cara de
qué has hecho esta vez. "Puse como referencia la milla que hice en León. ¡¡¡Me han puesto con todos los pros!!!". Y estalla en carcajadas. Efectivamente, ahí estoy yo, dándome una pena increíble entre tanto super corredor. Nos llaman para que nos coloquemos y las pulsaciones se me disparan. No hago más que analizar a las personas que me rodean y casi me echo a reír. "¡Será posible que me pasen a mí estas cosas! ¡Debería estar en los 4 miles o por ahí!". Es entonces cuando me mentalizo de coger rápidamente el lateral y disfrutar lo máximo posible, así me adelante hasta el apuntador.


El comienzo se retrasa, me voy quedando fría y eso que no paro de moverme. Un chico negro (un armario empotrado) que está a mi lado me pregunta si estoy nerviosa y me sorprendo a mí misma respondiendo: "¡No! ¡Para nada! ¡Sólo tengo ganas de empezar!". Por fin llegamos al himno y acto seguido comienza el espectáculo. Al principio vamos todos intentando arrancar, pero pronto me quito de en medio y mis dorsales rojos salen disparados. Yo enfilo el camino este de Central Park, entre una arboleda frondosa, dejando a mi izquierda
Loeb Boathouse y The Ramble y a mi derecha el Conservatory Water y qué demonios, voy corriendo con la sonrisa puesta hasta que soy consciente de algo: no se oye nada, no hay ruidos, nadie habla, parece que estoy en una ciudad dormida, parece que no hay ciudad, que no estoy rodeada de rascacielos, que me he transportado al campo, en plena naturaleza y sólo surge una constante: miles de respiraciones que se acompasan y se convierten en una; zapatillas devorando el asfalto. Al fin lo comprendí. Al fin supe de fondo porqué mi padre (y tantos como él) eran incapaces de separarse de sus zapatillas hiciese frío, calor, lloviese o nevase. Y entonces deseé que estuviera allí y viese con sus propios ojos aquel espectáculo, tal y como yo lo estaba viviendo. Se me puso la piel de gallina y se me humedecieron los ojos; ya estaba, completamente emocionada y deseando que ese momento no acabara nunca.

Avanzamos por el
East Park Drive, mientras me sigue adelantando un montón de gente y vamos dejando a nuestra izquierda Turtle Pond y Great Lawn y a la derecha el impresionante Metropolitan. Sé que justo después alcanzaremos la primera milla y que poquito después encontraremos el primer avituallamiento. Voy según lo previsto: paso el primer punto en 9 minutos, pero hay tanta gente que no veo las bebidas y me doy cuenta que debo cruzar toda la carrera para poder pillar algo en el próximo punto. Sigo al mismo ritmo con el gran Lago de Jacqueline Kennedy Onassis a mi izquierda hasta que abandonamos el East Park Drive y cruzamos el parque de lado a lado entre el Loch y el North Meadow. Justo en medio de ese cruce paso la segunda milla en 18 minutos, según lo previsto, y soy capaz de coger un vaso de agua e hidratarme un poco, aunque la cantidad de gente hizo que perdiera demasiado tiempo en el intento. El calor era tan agobiante que a ambos lados la organización había colocado mangueras para que nos ducharan un poco y mitigar así la quemación.

Cuando alcanzamos el
West Park Drive la tercera milla se convierte en un subibaja continuo, con unos buenos repechos que ralentizan el ritmo de la serpiente runnera. Dejan de adelantarme, muchos tienen que ir andando, sufro, lo paso mal, no estoy en forma para ningún tipo de cuesta y lo noto: el tiempo en la tercera milla se acerca a los 30 minutos, tres más de lo previsto y por si fuera poco el último avituallamiento vuelve a ser una pérdida de tiempo. Pero la última milla toca en bajada y se arma la de San Quintín: todos apretamos el paso, me veo "empujada" por la multitud en una sucesión de curvas, aparece la gente animándonos, hasta que casi sin darme cuenta dejamos a nuestra derecha los Strawberry Fields y llegamos a meta. "¿Ya hemos acabado?". Pues sí: se había terminado el Run for Central Park.


Estoy sedienta, me cojo dos vasos de agua, paso por debajo de la manguera y alguien me llama desde el lateral: es Aitor y me pregunta qué tal. "Muy bien. Estoy muy emocionada. ¡Esto es increíble!". En un santiamén me como la fruta mientras le voy contando todo con pelos y señales. Al final paré el crono en 38'59'', contenta por haber realizado una buena última milla y recuperar parte del tiempo perdido, sobre todo el último avituallamiento. Además, tampoco me adelantó tanta gente como creía, tan sólo unas 2000, nada que menoscabe mi pequeña autoestima. Me cambio de camiseta y poco a poco abandonamos Central Park en una nube de corredores, muchos más de los que habían participado, cientos y miles que entrenaban en ese momento. "Volveré. Yo terminaré la Maratón aquí. Como que me llamo Sonia".

6 comentarios:

Unknown dijo...

Ains qué gustico da correr por Central Park. Pues eso, que imagina que esas cuatro millas que corriste fueran el final de un maratón, del maratón, del de Nueva York, con más corredores y cientos de miles de personas animándote durante toda la carrera.

Espero que de verdad lo cumplas y termines en ese parque el Maratón de Nueva York.

Un beso

Servando dijo...

Para recordar siempre en lo más profundo de tus recuerdo y en lo más adentro de tu corazón.
Enhorabuena por esa carrera, se que eres de los mios, de los que lo dan todo y de los que esa dulce tortura nos tiene enganchados.
Sigue siempre así y que consigas todos tus retos.
Un saludo amiga

Beatriz dijo...

No tengo palabras para describir la emoción que nos has transmitido en esta entrada.
Precisamente el sábado hablábamos de Nueva York y su maratón. Como bien dices, algún día estaremos allí.
Un beso.

SONIA dijo...

CarLitros: uno de mis sueño es precisamente ese. Me gustó mucho el ambiente del parque, una gozada!! Un beso Medio Vecino!

Crazysoul: una maravilla. Para estar allí y sentirlo. Espero que puedas ir algún día, jeje. Un beso!

Beatriz: no tengo ninguna duda de que el Nunca correras solo acudirá en bloque a conquistar la maratón de NY, y será un espectáculo!! Un beso!!

Santa Biología dijo...

Jeje, yo voy a estar en noviembre. Buena crónica, he llegado a tu blog a través de el de gargar y me ha gustado, enhorabuena.

Un saludo

SONIA dijo...

En cuanto a mí...: bienvenido a mi blog. Así que tú tb vas a estar en NY para la maratón, eh? Ya verás al ambiente que se palpa allí, una maravilla!!
Un saludo!