¿Hasta cuándo?

Sigue el silencio y una mirada ausente ante una página en blanco. Estas dos últimas semanas he sido muy consciente de qué es una maratón; empiezo a saberlo y a darme cuenta de que nada, absolutamente nada te prepara para esto. 

El rodaje largo de la semana anterior se ha grabado a fuego en mi cabeza. El sufrimiento, el vacío, la desesperanza, el dar un paso detrás de otro por la simple inercia de un corazón convulso. Aquello fue correr más allá del límite de todo, cuando ya no queda nada dentro de nosotros, cuando todas las demás luces se apagan y sola, tropezando un pie, y detrás otro, solo existe un cuerpo que se arrastra, que deja caer sus lágrimas lentamente y que por una vez, una sola vez después de tantos meses, se pregunta la necesidad de todo esto. Lo demás es un abrazo de una madre, ella que comprende con solo mirar a los ojos que nació, que cede ante su preocupación y también llora... ¿Qué sentido tiene cuando los demás también sufren?

Ayer nos fuimos a los 22km y 2h16' de camino. El cansancio no es una opción, es un estado, a veces permanente. Y las piernas duelen siempre. Siempre. 

Esta mañana tocaba visitar al médico con los resultados de mis análisis en mano. Que no eran buenos, lo sabía. Que eran tan preocupantes, no. Tengo una anemia tan grave que lo primero que dijo fue que con esos resultados estaba para ingresar. El asombro y la perplejidad con los que me miraba me hacían sentir incómoda, preguntándose una y otra vez cómo era posible que me mentuviera en pie, cómo podía hacer mi rutina diaria y encima estar entrenando para una maratón. De momento hierro y vitaminas por un tubo. Y también dudas. Muchísimas dudas. Todas las dudas.

El cuerpo no está aguantando. Por muchas vueltas que le dé, es así, está totalmente destrozado, dolorido, cansado y demasiado castigado. Las señales son muy evidentes y los análisis confirman la gravedad del asunto. ¿Qué sentido tiene esto entonces? ¿Hasta cuándo el empeño por conseguir mi sueño? ¿Qué sucederá si dentro de un mes los análisis no mejoran? ¿Me veré obligada a tomar la decisión que ni siquiera quiero nombrar?

Mi sueño se tambalea por momentos... El miedo ya es real y tangible. La realidad, fría y aplastante. La cabeza empieza a implorar cordura. Pero el corazón no cede ante su empeño. La pregunta es, ¿hasta cuándo?