Hablar de la maratón de Madrid (o de cualquier otra) son palabras mayores. Siempre supone una historia de éxitos, pero también de grandes fracasos, y ahí reside la grandeza de una prueba que pone a cada uno en su lugar. Hace ya muchos años que mi padre mantiene un idilio con el 42k, presentándose ante él con la humildad que lo caracteriza, consciente de haber hecho ya su sacrificio en esfuerzo, tiempo y zapatillas desgastadas. Por eso a él la maratón siempre le devuelve lo que le ha quitado.
Hace ya dos años que tenté mi gesta con él a mi lado, como no podía ser de otra manera; juntos elaboramos un guion perfectamente orquestado que el Día D salió a pedir de boca. Pero ese día hubo también un protagonista y un simple gesto que hoy, a raíz de lo fuerte que golpea a veces la vida, cobra un sentido que para mí explica lo que es una maratón y lo que significa para mi padre.
Ángel, nuestro amigo de mil batallas del Nunca correrás solo, formaba parte de la comitiva que nos acompañaba el día del sueño, pero a sabiendas de que su carrera era otra, nos abandonó a la altura en que 10k y maratón se separan. Ángel es un corredor muy bueno, muy por encima de un ritmo de 5'40", seguir su camino era lo más recomendable para alguien como él, pero además de eso, Ángel es un gran corredor, por eso no tardamos ni un kilómetro en verle esperándonos: "No puedo, tíos. Quiero correr con vosotros. No quiero ir solo".
Mi padre y Ángel han corrido varias maratones juntos. Y los dos estuvieron conmigo hasta el final el día en el que escribí mi épica. Pero ayer Ángel no se encontraba al lado de mi padre en la salida, ni acompañó sus zancadas con las suyas. En ocasiones la vida, por mucho que nos cueste aceptarlo, nos somete a pruebas muy difíciles de superar. Pero no imposibles. Por eso Ángel, a pesar de todo, sigue aquí con nosotros. Por eso fue a la feria del corredor de la maratón de Madrid a acompañar a sus amigos. Por eso recibió de ellos un sentido homenaje y todo su cariño. Y por eso vivió su primera maratón desde el otro lado, desde la acera de las calles, desde el metro, desde la valla. Pero con nosotros.
Mi padre todo eso lo sabe. Y que Ángel es uno de sus mejores amigos, aquel que nunca le dejó solo. Por eso ayer mi padre no fue mi padre. Se vistió de Ángel con la antigua camiseta naranja del club, la que siempre utilizaba su amigo. Por eso se paró por primera vez en una maratón para darle un abrazo que lo significa todo. Por eso sonrió emocionado como nunca al verle allí. Por eso cogió a su hijo Angel-illo y corrió con él los últimos metros que le separaban de la gloria, como habría hecho su padre. Por eso existen dos medallas.
Ángel, al igual que aquel 17 de abril de 2011, no quiso irse ni correr solo y se quedó con nosotros. Y mi padre todo eso lo sabe...
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