Conspiraciones

Desde que hace ya seis años leí Días de Reyes Magos, magnífica novelita que alguien hizo caer en mis manos, mi admiración hacia las conspiraciones se ha tornado en ferviente pasión. Y es que, a quién no le gustaría saberse blanco de objetivos insospechados que nos cambian la vida para siempre y nos devuelven la fe y la esperanza sobre lo que somos y lo que hacemos. Durante mucho tiempo fue el gran sueño de mi vida, la gran prueba de amor que esperaba de los que me rodeaban. Hasta que me caí del guindo para unos, se rompió mi burbujita para otros, o aterricé estrepitosamente desde mi planeta particular para aquellos infelices que me acusan de tenerlo y, al mismo tiempo, lo desean para sí. La mejor conspiración que nos haga cambiar la vida o, mejor, mantener su rumbo firme y constante es aquella que tejemos nosotros mismos, pues acaso somos dueños de nuestro destino y tenemos todo el poder para cambiarlo. Este discurso (yo, que vivo en mi planeta particular donde todo es maravilloso y feliz, debo mantenerlo por razones obvias) queda muy bonito y es muy socorrido como frase grandilocuente que siempre queda bien. Evidentemente las razones son otras, siempre ocultas y más realistas. Y es que el único conspirador en mi vida que realmente tejió una pequeña red de sabiduría, cuya identidad desconozco aunque sospecho, dejó "abandonado" en uno de mis libros un papel amarillento , con los dobleces excesivamente marcados, los bordes gastados y una leyenda en el medio, escrita a máquina, en mayúsculas, que dice sabiamente: "CUANTO MÁS CONOZCO A LA GENTE MÁS QUIERO AL PERRO Y MENOS A LOS COMPAÑEROS". Aquellas palabras, "recuperadas por el tiempo maduro", tienen más luz, y más verdad, y más conocimiento que muchas de las cosas que he aprendido. Y hoy, años después, me siento orgullosa de semejante conspiración, de ser elegida para ello y de tener unas manos firmes que me ayudan a enderezar mi rumbo en caso de desvío. Y es que no me gustará la gente en general, pero sí mi gente en particular.

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