Antonio Gamoneda, Ávida Vena

Durante todo el mes de diciembre del año ya pasado he estado madurando la antología poética de nuestro escritor, poco a poco y sin pausa, como el buen vino, y he llegado a la conclusión de que no es una lectura recomendable para aquellos que tienen dudas existenciales, crisis de fe o angustias imposibles, ya que todos estos síntomas son altamente incompatibles con una poesía situada en el borde mismo del abismo. Y es que, en palabras de Gamoneda, "la poesía existe porque sabemos que vamos a morir". Bajo tal afirmación construye su universo poético, con la conciencia clara de que "somos reales en la desaparición". Sin embargo, a pesar de ese regusto amargo, dos son las constantes que nos harán permanecer más allá del "límite": la amistad y el amor, y como muestra dos pequeños ejemplos:

Caigo sobre una silla

Cuando yo caigo sobre una silla
y mi cabeza roza la muerte;
cuando cojo con mis manos la tiniebla
de las cazuelas, o cuando contemplo
los documentos representativos
de la tristeza, es
la amistad quien me sostiene.


OIGO tu llanto.
Subo a las habitaciones donde la sombra pesa
en las maderas inmóviles, pero no estás: sólo están las
sábanas que envolvieron tus sueños.

¿Todo en mí es ya desaparición?

No aún. Más allá del silencio, oigo otra vez tu llanto.


Qué extraña se ha vuelto la existencia:

tú sonríes en el pasado

y yo sé que vivo porque te oigo llorar.

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