
Pero Carrie es mucho más. Es una ciudad entera fluyendo por sus venas. A través de sus ojos Nueva York es fantástica. Y resulta que hoy ha sido una mañana muy Carrie. ¿Mi ciudad? León. Una mañana tibia y soleada dando un paseo hasta el centro. Muy chic, sí, haciendo juego, ya lo sabéis: negros y grises, todo, zapatitos, medias, shorts, cardigan y complementos. La melena, increíblemente rizada, increíblemente larga, increíblemente imposible, al viento. Todo en movimiento caminando por mi ciudad, con una buena sonrisa en mi cara y escondida tras mis Ray-Ban oscuras, contemplando a la gente.
Voy a hacer un pequeño (mentira: gran) ejercicio de vanidad, pero me lo permitiréis porque me conocéis de sobra (me encanta): hoy puse en mi cabeza música de serie, mi última canción fetiche (Cry for you, Satellites), y caminé por mi ciudad disfrutando como nunca. Varios giraban para mirar mientras yo pasaba (era inevitable, en esos momentos yo era chica de serie), justo hasta las mismas puertas de cristal de mi óptica (¿Manolo Blahnik?), descorriéndose para dejarme paso: mientras me dirigía por el medio del establecimiento hasta el mostrador del fondo (la música seguía sonando), mi melena se apartó hacia un lado con un suave movimiento mientras me quitaba las Ray-Ban y todas las batas blancas dirigieron su mirada y su sonrisa hacia mi taconeo. De ahí hacia mi "otra zapatería" habitual: la librería.
Terriblemente segura de mí misma, pasional, con un Mr. Big muy especial (¿habrá llegado el momento de comprometerse de verdad?), pero no sería lo que soy sin el resto de protagonistas. Porque al igual que Carrie, yo también tengo un equipo fantástico, un equipo de cafetería, un equipo de juergas y fiestas sin parar, un equipo de llorar a moco tendido, de reír hasta llorar, un equipo de viajar, un equipo que es mi familia.
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