Mientras sufro las penas del dos de mayo de Pérez-Reverte (homenaje, sí, insufrible, también), El juego del ángel vino a mí como solo los grandes libros saben hacerlo: me estuvo esperando, paciente, en la mesa barroca al lado de la indescriptible Vida y desolación (2003), dos obras maestras conjuradas en tiempo y espacio, hasta que otro juego (mentira: conspiración) me arrastró hacia sus páginas. ¿Cómo resumir entonces la nueva novela de Carlos Ruiz Zafón? El arte tenía la respuesta: vida y desolación.
Barcelona, la ciudad de los malditos, es ya un espacio narrativo con vida propia: se juntan al mismo tiempo los arrabales más pordioseros con las grandes villas de los ciudadanos más poderosos. La atmósfera gótica se aprecia en oscuros callejones, tormentas que desatan toda su furia, cementerios llenos de estatuas que hablan y, sobre todo, la casa de la torre, un monstruo que cambiará el destino de David Martín, su nuevo inquilino.
Al igual que en La sombra del viento, la librería de Sempere e hijos de la calle Santa Ana es uno de los lugares comunes del universo Zafón, conectando, además, ambas novelas (y espero que otras más), así como El Cementerio de los Libros Olvidados, la gran Biblioteca de Babel soñada por Borges, el mejor espacio narrativo que se ha creado jamás (esta es una opinión personal e intransferible).
El protagonista no podía ser otra cosa sino un escritor, un escritor maldito además, atrapado en el anonimato y en una obra imposible que lo llevará hasta el lado más oscuro de su ser. A partir de aquí tenemos un amor imposible, la amistad más allá de todo, varios misterios que resolver y un gran enigma: ¿quién es el ángel? El lector, un protagonista más, sufrirá por la duda, la conciencia le torturará hasta límites insospechados, nunda dejará de atar cabos hasta darse cuenta, en aquella fotografía que no le pertenece, de que la verdad siempre ha estado ahí.
Solo os puedo dejar una cita (me cuesta elegir solo una, pero es que sino os pondría el libro entero y eso en mi país es plagio), aquella que da sentido a la novela, y a todas:
"-Bienvenida al Cementerio de los Libros Olvidados, Isabella. [...]
-Este lugar es un misterio. Un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo lector, un nuevo espíritu...", pág. 653.
Por último, un consejo: no olvidéis que David Martín es un escritor.
Carlos Ruiz Zafón, El juego del ángel, Barcelona, Editorial Planeta, 2008.
Al igual que en La sombra del viento, la librería de Sempere e hijos de la calle Santa Ana es uno de los lugares comunes del universo Zafón, conectando, además, ambas novelas (y espero que otras más), así como El Cementerio de los Libros Olvidados, la gran Biblioteca de Babel soñada por Borges, el mejor espacio narrativo que se ha creado jamás (esta es una opinión personal e intransferible).
El protagonista no podía ser otra cosa sino un escritor, un escritor maldito además, atrapado en el anonimato y en una obra imposible que lo llevará hasta el lado más oscuro de su ser. A partir de aquí tenemos un amor imposible, la amistad más allá de todo, varios misterios que resolver y un gran enigma: ¿quién es el ángel? El lector, un protagonista más, sufrirá por la duda, la conciencia le torturará hasta límites insospechados, nunda dejará de atar cabos hasta darse cuenta, en aquella fotografía que no le pertenece, de que la verdad siempre ha estado ahí.
Solo os puedo dejar una cita (me cuesta elegir solo una, pero es que sino os pondría el libro entero y eso en mi país es plagio), aquella que da sentido a la novela, y a todas:
"-Bienvenida al Cementerio de los Libros Olvidados, Isabella. [...]
-Este lugar es un misterio. Un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. En este lugar los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar a las manos de un nuevo lector, un nuevo espíritu...", pág. 653.
Por último, un consejo: no olvidéis que David Martín es un escritor.
Carlos Ruiz Zafón, El juego del ángel, Barcelona, Editorial Planeta, 2008.
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