Es curioso cómo tuve conocimiento de la existencia de esta escritora: la implacable ley de la publicidad y el merchandising acudieron en mi rescate el día que tenía que hacer un regalo muy especial. Se había leído todo (o casi) de Mary Higgins Clark; tirar de ese hilo era casi un suicidio. Entonces me acordé de un tríptico que venía con una revista literaria sobre una tal Donna Leon y su saga (o serie) sobre el comisario Brunetti. Recuerdo que me llamó la atención porque traía un mapa de Venecia (ya queda muy poco) con las localizaciones exactas de los escenarios de sus libros. Lo guardé. Y me rescató. Porque es precisamente este libro que tengo en mis manos, Malas artes, el que decidí regalar, el que gustó y el que me fue recomendado. Para una amante de libros como yo, imaginaros el suspiro de alivio al saber que el regalo fue el acertado. Es en esos momentos cuando te prometes a ti misma, "a Dios pongo por testigo" mediante, "que jamás" volverás a regalar un libro que no has leído antes.
Me faltaba un día para acabar de leerlo. Leyendo mi correspondencia virtual decidí enviarle un mail a ella. ¿Mi propósito? Sabía quién era el asesino. ¡O por lo menos creía saberlo! Sencillamente quería que hubiera una prueba, un testigo, de que por primera vez en mi vida sabía quién era el asesino de una novela policiaca. No importaba cuánto sueño tuviera esa noche: el libro debía acabarse. Yo debía ganar. Y gané.
Entre otras cosas por eso me gustó el libro: el asesino no resultar ser un personaje que apareció solo una vez, de refilón, apenas una sombra... La investigación es creíble (si algo puede serlo en Italia; no nos engañemos: todo es una mafia); el comisario Brunetti es un hombre que duda, un tanto pesimista, pero al mismo tiempo confía en la justicia. Su esposa Paola es profesora de literatura (gran amante de Henry James, como Donna Leon) y la que le pone los pies en la tierra a Brunetti. El mundo que se nos presenta es ambiguo: por un lado los crímenes a los que debe enfrentarse el comisario, que crean un mundo inestable y difícil, y por otro lado, la seguridad de su ambiente familiar (aristocrático, al fin y al cabo es fácil hacer crítica desde esa posición) en el que predomina la estabilidad, el buen gusto, la educación y la inteligencia.
Me quedo además con Elettra, una mujer que trabaja en la questura y que es capaz de encontrar cualquier dato y documento, por difícil que sea (me sorprende la cantidad de amigos de esta señorita. Lo dicho. Una mafia). No me gustó la imagen banal y estúpida de los hijos del comisario, Raffi y Chiara, que tienen demasiada edad como para parecer unos niñatos adolescentes. Con la catadura moral de sus padres son personajes que no encajan. Sin más, os dejo una pequeña cita:
"-Me parece que fue Shelley quien afirmó que los poetas son los verdaderos legisladores del mundo. No sé si esto es cierto o no, pero me consta que los novelistas son los primeros chismosos del mundo. No importa de lo que se trate, ellos ya lo han dicho antes." p. 39
Donna Leon, Malas artes, Alfaguara, Barcelona, 2004.
Me faltaba un día para acabar de leerlo. Leyendo mi correspondencia virtual decidí enviarle un mail a ella. ¿Mi propósito? Sabía quién era el asesino. ¡O por lo menos creía saberlo! Sencillamente quería que hubiera una prueba, un testigo, de que por primera vez en mi vida sabía quién era el asesino de una novela policiaca. No importaba cuánto sueño tuviera esa noche: el libro debía acabarse. Yo debía ganar. Y gané.
Entre otras cosas por eso me gustó el libro: el asesino no resultar ser un personaje que apareció solo una vez, de refilón, apenas una sombra... La investigación es creíble (si algo puede serlo en Italia; no nos engañemos: todo es una mafia); el comisario Brunetti es un hombre que duda, un tanto pesimista, pero al mismo tiempo confía en la justicia. Su esposa Paola es profesora de literatura (gran amante de Henry James, como Donna Leon) y la que le pone los pies en la tierra a Brunetti. El mundo que se nos presenta es ambiguo: por un lado los crímenes a los que debe enfrentarse el comisario, que crean un mundo inestable y difícil, y por otro lado, la seguridad de su ambiente familiar (aristocrático, al fin y al cabo es fácil hacer crítica desde esa posición) en el que predomina la estabilidad, el buen gusto, la educación y la inteligencia.
Me quedo además con Elettra, una mujer que trabaja en la questura y que es capaz de encontrar cualquier dato y documento, por difícil que sea (me sorprende la cantidad de amigos de esta señorita. Lo dicho. Una mafia). No me gustó la imagen banal y estúpida de los hijos del comisario, Raffi y Chiara, que tienen demasiada edad como para parecer unos niñatos adolescentes. Con la catadura moral de sus padres son personajes que no encajan. Sin más, os dejo una pequeña cita:
"-Me parece que fue Shelley quien afirmó que los poetas son los verdaderos legisladores del mundo. No sé si esto es cierto o no, pero me consta que los novelistas son los primeros chismosos del mundo. No importa de lo que se trate, ellos ya lo han dicho antes." p. 39
Donna Leon, Malas artes, Alfaguara, Barcelona, 2004.
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