
He estado tentada de abandonarlo en más de una ocasión y, de hecho, he intercalado varias lecturas a la par que esta. Siempre tenía una excusa mejor para no tener que leerlo. ¿Por qué no lo dejé? Pues por simple justicia histórica. Todas y cada una de esas personas fueron héroes aquel día: no hicieron otra cosa que defender su país, su patria (en un momento en que esta palabra tenía significado), su ciudad, su familia y su propia vida. Defendieron incluso a un rey, Fernando VII, que lo primero que hizo fue venderse y de paso, vender también a su pueblo. No me voy a poner a contar los lamentables hechos de aquel día: a nadie se le escapa lo inútiles que han sido nuestros reyes, clases dirigentes y ricachones de alcurnia. Es el sino del español. Por eso no quería dejar esta lectura: conocía de sobra los hechos y el estilo narrativo no me gustaba en absoluto, pero era justo el homenaje a nuestros antepasados. Creo que merecían que fuera leyendo cada uno de sus nombres: héroes de carne y hueso.
"-Mira alrededor, compañero. ¿Qué ves?... Gente del pueblo. Pobres diablos como tú y como yo. Ni un oficial detenido, ni un comerciante rico, ni un marqués. A ninguno de ésos he visto luchando en las calles. ¿Y quiénes nos mandaban en Monteleón? Dos simples capitanes. Hemos dado la cara los pobres, como siempre. Los que nada teníamos que perder, salvo nuestras familias, el poco pan que ganamos y la vergüenza... Y ahora pagaremos los mismos, los que pagamos siempre.", p. 374-375
Arturo Pérez-Reverte, Un día de cólera, Alfaguara, Madrid, 2008.
1 comentario:
Tú comentario no me anima mucho a empezar este libro, y si a eso añadimos que Pérez-Reverte no es precisamente uno de mis escritores preferidos, pues apaga y vamonos.
Pero si decirte que en todos los tiempos ha sucedido lo mismo, las guerras las crean los políticos y las hace el pueblo llano, ha sido y por desgracia seguirá siendo.
Saludos.
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