VI Carrera de Atletismo Losada 2009

La decisión la tomé por teléfono, como un impulso de esos que seguimos sin saber muy bien porqué y que dejamos ahí a un lado, sin dar demasiadas vueltas sobre el asunto. Ya estaba hecho, el sábado acudíamos a Losada a realizar un 10mil, un lugar que no me decía nada, una carrera sumida en una nebulosa que sencillamente no me preocupaba. Si bien no he entrenado 10 km desde hace meses llevo uno sintiéndome genial, con muchas fuerzas, sabiendo que estoy trabajando mucho y bien. Esta semana en El Escorial reforzó sin quererlo esa puesta a punto, con tanta cuesta por subir y bajar se puede decir que realicé ejercicio pasivo en cantidades industriales. De ahí que sobre las 18:30 del sábado nos plantáramos mis padres y yo en la región de Bembibre, en un pueblecito bastante chulo dispuestos a participar en una carrera más. Pero no lo fue.


La misión de reconocimiento me gustó: el terreno era fantástico para correr, dos vueltas por el pueblo, luego subíamos por la montaña, bajábamos y dábamos otra vuelta más hasta completar la distancia. Pronto fueron apareciendo otros amigos, L. A. de Media Maratón de León, Tecolinha y Crazysoul y sin querer ya eran las 19:30, buena hora para empezar a calentar sobre el terreno. Conecto el iPod y me dejo llevar, pero no tanto, que mi padre y Crazysoul tiran millas y ese ni siquiera se acerca a mi ritmo de carrera, así que dejo la cuesta a la mitad, que tiempo tendré después de subirla. Milagrosamente no estoy nerviosa. No somos muchos, veo mucho runner pro, como me gusta llamar a esta gente que se devora los caminos, y poca chica. Pero a las 20h. dan el pistoletazo de salida y todos estos campeones cogen la delantera rompiendo la carrera desde la misma línea en dos grupos: ellos, y el furgón de cola compuesto por unos poquitos, de entre los que me encontraba.

Completo el primer kilómetro, la primera vuelta al pueblo en 5 min., me veo muy bien, mejor de lo que pensaba, pero empiezo a darme cuenta de que hay que reservarse, que lo malo viene después y no se puede quemar naves. La segunda vuelta marco 5:30 y mi ritmo se normaliza. Sin embargo a partir del kilómetro 3 empiezo a notar malas sensaciones: me concentro en mi música, trato de mantener el paso y me doy cuenta de que tengo a tiro a otra de las chicas. Rápidamente pongo en práctica una táctica de acercamiento, le voy robando metros hasta que me pongo a rueda y la estudio un momento, lo suficiente para darme cuenta de que ese no es mi ritmo, así que aprieto el paso en una de las pequeñas subidas del pueblo y la dejo atrás, como me dejaron a mí los dos chicos del grupo de cabeza. Media vuelta más y ya encaro la subida, una preciosidad de cuesta que me hizo sudar de lo lindo y disparó mis tiempos, aunque todavía llegara a atravesar el km 5 en menos de media hora. La subida se me hace eterna, voy sola en medio de un paraje impresionante, a veces con la estúpida duda de haberme equivocado de camino, y en algún pico tengo que tirar andando con la certeza de ir más rápido que en carrera. Mientras atruena la música y voy buscando desesperada canciones "machaconas" que me motiven en exceso: toda ayuda es poca.

Y como una salvación llega la bajada, esa tirada larga hacia abajo que me hizo recuperar el tiempo perdido, volver a los 5 min. por kilómetro hasta que atravieso el punto 8 y pienso que sólo queda una vuelta, tan sólo dos kilómetros que se me hacen eternos porque ya no me da el fuelle. Al tran tran me voy acercando y otra vez, como aquel mítico día de la I Media Maratón de León, mi padre se acerca y me ofrece su paso en los últimos 500 metros. Paro el crono en 1h2'43'', casi casi el mismo que hice en el primer parcial de la Media, muy contenta por el trabajo, por el esfuerzo y con la agradable sensación de haberlo hecho lo mejor que pude, que no es poco.


Los acontecimientos que sucedieron ese día, después de la carrera, no me corresponde a mí contarlos, sencillamente por verme protagonista de ellos. Tan sólo apuntar que mi participación me valió el tercer puesto en la general femenina, al lado de ni más ni menos Ana Isabel Alonso, nuestra actual record de maratón, y Tecolinha, segunda. Decir que me corresponde el honor de ser la primera de mi club, el Nunca correrás sólo, en subirse al cajón de los laureados, y decir también que no soy ni de lejos la que más merece estar ahí de todos ellos. Por eso subí a recoger un premio que en realidad representa a toda esa marea naranja, a todo ese grupo de amigos con una misma ilusión: correr.