Comienza el sueño...

Después de muchos meses de espera por fin llegó el gran momento que tanto anhelaba, el comienzo del largo camino hacia Mapoma 2011. La semana ha tenido más o menos de todo; el martes, ese día tan especial, compartí camino con L.A. y mi amiga Mariu. No hay nada mejor para empezar que un rodaje suave, entre amigos, a ritmo conversación, con muy buenas sensaciones; en total, una horita a la ribera del Bernesga.

El miércoles las cosas ya se complicaron un poco. Calentamiento de 25' y ocho cuestas de 45" por delante, recuperando al trote en la bajada. A partir de la cuarta ya sentía que no me daba el fuelle, pero eso no impidió que continuara con las que me quedaban. Y para finalizar, 15' tranquilos de camino a casa.

El viernes pude disfrutar de un entrenamiento en compañía de corredores del Nuevo Recreo Industrial. De antemano sabía que todos eran mejores que yo y que el ritmo sería exigente desde el principio. Digamos que aguanté la primera parte, hasta que las cosas se pusieron un poco difíciles y en fila de a uno tocó apretar los dientes. Luego, ya en compañía de L.A., nos dirigimos hacia la universidad, una calle en falso llano (que como sabéis, siempre tiran para arriba) que me tiene comida la moral. "¿Qué tal vas?" "¡Mal!" "Bueno, entonces aflojamos un poquito". L.A. disminuye el ritmo pero yo no doy tregua. Hay que sufrir. Y así, sufriendo, llegamos a destino en una hora aproximadamente. 

La tirada larga de hoy ya no ha sido ninguna broma. Tocaban 90' en soledad, pero para lo que no iba preparada era para el intenso frío con el que ha amanecido la ciudad. Hoy es un día de esos de invierno, de cielo despejado y sol bajo, de nadie por la calle, de parajes desolados y totalmente blancos... León surgió congelada y en medio de ese escenario aparecí yo, dándole zapatilla y sufriendo horrores con el frío que tenía, cómo se me metía en el cuerpo, cómo dejaba de sentir nada, cómo ni los guantes polares eran capaces de abrigar mis manos, cómo ni lo mocos me colgaban... Ya me daba la risa. Me costó coger el ritmo, pero cuando quise hacerlo ya estaba a los pies del Portillín; y no lo dudé, hacia arriba que fui acordándome de mi padre, de sus consejos cuando lo hemos subido, y así, paso a paso coroné cima para dar la vuelta y emprender el camino a casa a un ritmo más vivo. En total 90' sufridos, pero acabando fuerte, y aunque ni una ducha caliente ni un ratito al lado del radiador han servido para que entrara en calor, le pongo un sobresaliente a este comienzo.