IV Media Maratón de León. Quien tuvo, retuvo.

Era la IV edición de esta carrera en nuestra ciudad y no me la hubiera perdido por nada del mundo, ni siquiera por una corta preparación, por no decir inexistente, de ahí que me inscribiera relativamente pronto, no fuera a arrepentirme después. Confieso que este sentimiento, el arrepentimiento, acudió a mi mente en no pocas ocasiones porque, quién me mandaría a mí liarme la manta a la cabeza si no estaba preparada para ello. Pero ahí estaba el domingo a las 10:30 de la mañana, rodeada de más de dos mil personas, de amigos con los que comparto esta forma de vida, de compañeros del Nunca correrás solo que acudieron en masa a esta cita, es especial los que vinieron de Madrid, y de familiares y conocidos que asistieron al evento.

Sin tiempo más que para los saludos y las bromas protocolarios, pistoletazo de salida para mi novena media maratón, en la que busco un ritmo cómodo, cercano a 5'15", que me permita afrontar la carrera sin problemas. Llegados al km. 5, alcanzo a mi padre, al que he tenido cerca desde el principio, y juntos bajamos desde Carbajal, pasamos al lado del Musac, el Auditorio, callejeamos por el centro histórico, subimos hasta la catedral, nos encontramos con nuestro Ángel de la Guarda y seguimos zapatilleando hasta la universidad, todo a un ritmo constante de 5', incluso menos, que pronosticaba una posible MMP. Tal planteamiento de carrera jamás se me pasó por la cabeza, porque ni siquiera sabía que podía encontrarme lo suficientemente bien como para tentar la marca; más bien me había impuesto una barrera, en el km. 16, como margen para correr de forma más exigente. Más allá de ahí ya se vería cómo pintaba el día. Y sencillamente lo que ocurrió fue que éste no pintó.

Con mi padre en la catedral. Foto cortesía de Beatriz

Cuando uno afronta una carrera debe ser consciente de cuál es su estado de forma, del pico de la temporada en el que se está y de lo que se ha entrenado para el objetivo y, en mi caso particular, el autoengaño, desde luego, no era una opción, sino un suicidio. No fue en el 16, pero sí en el 15 donde asumí que hasta ahí había llegado, así que le insistí bastante a mi padre para que continuara en solitario dejándome aguantar el sufrimiento que me quedaba, porque hay cosas que uno hace mejor solo. Así fue cómo, mal que bien, me arrastré los últimos seis kilómetros, maldiciendo por el viento, que siempre soplaba de cara, gestionando el esfuerzo y, por fin, llegando a meta en 1h 53' 11".


A menos de 200 metros de meta, con Julio en primer término a la derecha animándome.
 
De la carrera en sí solo puedo sacar conclusiones positivas, la más importante, que disfruté, una vez más, del ambiente que rodea a esta prueba, me lo pasé bien, que era de lo que se trataba; además, fuimos sextos por equipos en la clasificación de la Copa, demostrando que con humildad y buen hacer se pueden conseguir grandes cosas; y encima esa marca supone mi mejor actuación en León, un resultado que de cara al futuro resulta bastante prometedor.

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